El partido detrás del lente
*Por Hugo Delgado

Temperley - Tristonio Suárez

La presente no pretende ser una crónica prolija (ni siquiera una crónica en el exacto sentido de la palabra) porque es imposible cronicar un hecho cuando se está pendiente de otras cuestiones como por ejemplo, retratar las mejores acciones del mismo y este es mi caso, así que será un relato arbitrario, a veces inconexo y siempre subjetivo de lo que se puede palpar de un partido desde dentro de la cancha, con el agregado que solo serán tamizadas por el tiempo las imágenes más importantes porque tampoco puedo recurrir al grabador o al anotador para ayudarme.

Un partido sin lugar a dudas especial el que tuvo como protagonistas a Temperley y Tristán Suárez.
Un local vestido de candidato por propios y ajenos y un visitante siempre acomplejado ante su rival con prosapia.
El comienzo hacía prever una fiesta y se notaba.
No solo en las tribunas.
El Gasolero comenzó de entrada a pasarle por arriba al lechero que raspaba sin piedad. Alvarez, justicia es decirlo, cobró casi todas, aunque también es justo destacar que pareció haberse olvidado la amarilla y la otra en el vestuario, pero buehhhh.
Así Temperley llegó varias veces al arco de la visita con peligro, aunque nunca le asistió la fortuna a la hora de definir, es más, se podría decir que hasta llegó con mejor juego colectivo que cuando Bazán está en la cancha.
De esta manera parecía que solo había que esperar el natural desenlace de las cosas… y llegó.
Primero Pastel Cérica, debió cambiar su casaca, totalmente desgarrada por un agarrón de un defensor de Tristonio (¿rompe no paga?) después le tocó el turno a la de Quiñones en una jugada que al menos a mi criterio fue un claro penal y así, cuando Errea festejaba por la magnitud de la reposición… llegó el gol de Suárez.
Cri cri…
Habitual en los equipos del Ruso Passini (jejeje, si ya se que es tano, pero por lo amarrete parece un rusito y disculpen el humor un tanto racista) gol y a cobrar, el tristonio se retrasó aún más en la cancha y el Cele… bueno, siguió yendo pero cada vez dañando menos.
Segundo tiempo y parecía que íbamos a llevarnos el mundo por delante.
¡¡¡Repetir cábalas!!!
Foto a Cristian, mirar para allá, en fin: ¡¡¡Repetir cábalas!!!
Y el Cele a la cancha.
Parecía que las ideas aún estaban en el descanso cuando llegó el segundo de la visita que estaba cada vez menos tristonia y los nuestros cada vez más desorientados y… llegó el tercero.
Cri cri…
Hasta la popa se llamó a silencio por un par de minutos y creo que en esos minutos si no tuvieran el complejo que tienen con nosotros nos hubieran hecho un par de goles más fácil, pero… No.
Y así el equipo de fue recomponiendo de a poco, comenzó a acercarse con más animo al arco contrario (al que estoy yo) y empecé a verles la cara más de cerca.
La gente empezó a gritar de nuevo “…lo alentamos aunque gane o aunque pierda…” y cuando parecía partido terminado: Penal y gol de Guevara para el honor.
Pero allí no quedó todo, desde el banco la señal fue más que clara: afuera un defensor con vocación ofensiva como Cano y adentro un pibe con mucho futuro para el medio del área como Luis Lópes.
Y Luisito, tuneado, demostró que no fue casualidad su final de torneo del año pasado. Golazo y corriendo al medio para ver si se alcanzaba el milagro (y a esta altura el Beranger era un microondas con el aliento de la gente ensordeciendo desde los cuatro puntos cardinales) y remate en el palo a los dos minutos.
El Pueblo Gasolero mostró en esos minutos porque quienes visten esta camiseta tienen que ser jugadores especiales, y si algo más faltaba para desbarranco definitivo del tristonio, ahí nomás llegó y fuerza de pelotas y pelotas contra el área llegó el tercero empujado por Quiñones que festejó en lo alto del alambrado mientras un ojo celeste lo iluminaba desde lo alto.
A partir de ahí… ¿qué más?
Ya casi no recuerdo las polaroids psicodélicas del final. Piernas celestes, pelotas gigantes, rebotes, gritos y más gritos y un arquero que como un pulpo salvo a sus dietéticos compañeros del oprobio total de perder un partido que se ganaba por tres goles de diferencia a quince minutos del final.
¿Se perdieron dos puntos?
No se, si me preguntan a mi debo decir que me gusta que mi equipo juegue para adelante. Yo ya estaba hecho cuando el Tano sacó a Cano y lo puso a Lopecito (más allá del resultado) porque quiero que mi equipo tenga las pelotas de jugarse el todo por el todo cuando las cosas salen mal.
Yo tengo sobre todo memoria y coherencia y así como no me bancaba el bulbito tacaño del Ruso Passini por más que diera buenos resultados y lo toleraba a regañadientes tengo que decir que me banco a muerte un equipo que no se banca perder y pone todo a ver si lo da vuelta, aún a riesgo de pasar un papelón histórico por desmantelarse al fondo.
¿Después del final?
No se, creo que llegué a casa como se llega después de la despedida de soltero de un amigo, alegre, chispeante, aunque no había tomado ni una gota de coca, porque como dicen mis compañeros del campo de juego (los fotógrafos y los camarógrafos “no somos prensa” y entonces desde “prensa” ni siquiera nos tiran un vaso de agua).
Es más… hoy es lunes y todavía sigo festejando.