Nueve Meses es Mucho (casi demasiado)
*Por Hugo Delgado


El pasado 25 de enero, en una acción por demás violenta, que ni siquiera mereció la sanción de una infracción por parte del arbitro del partido, Sr. Meineri , cometida por el delantero tallarín Cogrossi a los 15 minutos del complemento, Diego Rodríguez sufría fractura de tibia y peroné.

La lesión que en principio parecía tener una consecuencia de seis meses de parate para Diego derivo en que nuestro defensor aún no se haya podido reincorporar a la práctica activa del fútbol.

Si esto hubiera ocurrido, pongamos por ejemplo, en España, el “amigo Cogrossi” habría sido condenado (pese a la lamentable labor del arbitro Meineri que ni siquiera lo informó, además de perjudicar con varios otros fallos a Temperley) por un tribunal de penas que actuando de oficio le impediría volver a jugar al fútbol de manera profesional hasta que Rodríguez se recuperara.

Es que… en nuestro país la justicia deportiva no existe.

¿Y cómo podría existir cuando, solo por dar un caso, el presidente de nuestro representativo olímpico fue un ex funcionario de la dictadura?

En Argentina pareciera ser que el deporte es ciego; sordo; mudo y amoral. No importa lo que sea o haya sido un deportista o un dirigente, si su labor es exitosa está bien.

A lo sumo se lo invita sutilmente a pedir una disculpa que ni siquiera debe aparentar sentir y ya.

El éxito deportivo está divorciado definitivamente de la conducta social y/o de cualquier otro tipo. Un gran goleador puede ser un golpeador en su vida conyugal; o un acosador sexual o cualquier otra cosa, que si hace un gol el domingo “y ganamos” “está todo bien”.

¿O ya nos olvidamos de ese famos(ssss)o entrenador que violó a un menor, pero fue absuelto por la justicia porque sus abogados lograron que el de la querella no pudiera probar una eyaculación de su parte en el acto sexual? Bellezaz(sssssssssssss)a de ser humano ¿no?

Mientras la moral deportiva siga siendo exitista y vaya apareada por un triste maridaje con los resultados inmediatos no podremos pedir a nadie que quiera la camiseta, ni a nadie que se comporte con honor en un campo de juego, porque en definitiva estamos aplicando el viejo (e inmoral axioma) que expresa que “el fin justifica los medios”.