¡Qué se vayan… ¿quiénes?!
*Por Hugo Delgado


Allá por el año 2001, si mal no recuerdo, en medio de una crisis institucional muy grave, miles de argentinos salieron a la calle con un único grito “¡que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”.
El slogan, realmente original y bienintencionado (tanto como el de: “Piquete y cacerola la lucha es una sola” aunque después que se abrió el corralito ya no era una sola) no quedó en otra cosa que una gran frustración popular cuando tras varios enroques terminó haciéndose cargo del poder uno de los todos que debieron haberse ido (de acuerdo al cántico popular) y que además había sido derrotado en las urnas.

¿Por qué este revival de nuestra historia contemporánea? Porque el pasado fin de semana en el Beranger tuve un curioso dejavu al escuchar aquella misma canción y no pude evitar hacerme preguntas (porque, entre otras cosas, de eso vivo hace más de un cuarto de siglo).

¿Y si se van todos quienes vienen? ¿los que no solo no perdieron, sino que ni siquiera se presentaron en las elecciones del Club? ¿los que nos llevaron a la quiebra? ¿se traerán dirigentes e hinchas de otros clubes? (porqué si debemos irnos todos eso incluiría a hinchas y socios que en definitiva son quienes han ungido a las actuales autoridades que a su vez han elegido al cuerpo técnico con el que a su vez han consensuado el plantel de jugadores.

En mi caso personal, insisto, y a riesgo de quedar muy lejos de la tan rendidora “crítica por clima” no puedo dejar de caer en una visión a contramano (que no por contramano es oficialista u obsecuente) incluso de lo que opinan hasta algunos protagonistas.

No creo que sea catastrófico el rendimiento individual de la mayoría de los jugadores; no creo que este tan mal el juego del equipo, aunque no puede negarse que las lagunas que sufre todos los partidos no son lagunas sino letales arenas movedizas.

Me ha pasado ya varias veces que pienso que viendo el partido desde dentro del campo veo algo irreal y por eso con este en particular recurrí en tres ocasiones al compacto que colgó la gente de "Soy Celeste…" en su blog para ver “había pasado en el encuentro”.

Encontré 14 llegadas de nuestro equipo y 7 del rival; 3 jugadas de claros penales -2 de ellas registradas en fotos en nuestra página- y dos de expulsión por faltas cometidas contra nuestros jugadores.
En este contexto debo decir que lo que vi reafirma lo que antes pensaba, pero… ¿Siempre hay un pero? Y si.

El equipo no puede desnudarse defensivamente como lo hace cada partido por algunos minutos, pero, y siempre hay un pero, esto es algo que sabemos todos: jugadores; directivos; cuerpo técnico e hinchas. ¿Y entonces? ¿Trabajar? Quienes seguimos casi a diario los entrenamientos vemos que se trabaja constantemente en estos conceptos, así que no puede aducirse falta de trabajo.

Tampoco de jugadores, porque nombres hay más que los suficientes.
¿Y entonces?
¡Qué se vayan todos, que no quede ni uno solo!
¿Y después qué?

En lo personal mi postura es idéntica a la que tenía hace siete años, al que se vayan planteo “que se queden todos y que además se hagan cargo del rol que deben desempeñar”.

No es momento de rifar un esfuerzo tan importante como el que se encaró este año para conformar un plantel competitivo que a priori pueda imaginarse peleando el campeonato, hoy más que nunca se debe expresar claramente a quienes ocupan un lugar de decisión que esto es Temperley, no Sacachispas, y que deben rendir en consecuencia y si a alguno de los actores en cuestión no le alcanza el resto físico para estar a la altura de las circunstancias habrá que apuntalarlo para que llegué a culminar su tarea y entonces si decirle adiós y para siempre.

No caigamos en el facilismo desesperado y suicida de empezar a pensar que un pasacalle a San Expedito puede reemplazar el trabajo planificado y después, una vez que la serenidad permita obtener el cien por ciento del rinde a lo que tenemos veamos lo que pasa.

Si buscamos otra cosa, si queremos que a Temperley le vaya mal para sacar tajada, seamos claros, sino ayudémoslo a salir de este pozo